Una Ley muy obscena

El “hermanón” posiblemente se quedó en los años setenta, cuando los militares vomitaban leyes por doquier al ajuste de sus necesidades o sus estados de ánimos, cuando formulaban con la anuencia de la Iglesia Católica en las mazmorras las más irrisorias e inmemorables leyes contra todo, contra la minifalda, contra el chupetín, contra las canciones o bandas de música o contra las opciones sexuales, al propio estimo talibán, donde la burka es obligatoria y mostrar la pantorrilla es pena de cárcel.

Posiblemente el “colorado” Belmont fue congelado y hechizado por algunos “héroes” internacionales como Jean Marie Le Pen, Pol Pot o Hitler, quizá tal vez los Ayatolás intolerantes que todavía lideran el medio oriente o sin muy lejos, en nuestro propio país, al cardenal Juan Luis Cipriani con sus discursos decimonónicos y cavernarios.

¿Quién decide que es obsceno?, esa es la pregunta que debe iniciar todo debate o análisis previo a este proyecto de ley, que más pareciera una cortina de humo siniestra, mientras que el fujimorismo sigue resurgiendo silenciosamente ante la “amenaza” terrorista que nos quieren hacer creer (ver últimas encuestas a Keiko), si partimos de la lógica de esa pregunta, es seguro que este mamarracho legislativo terminaría diluyéndose y encarpetándose allí donde duermen toditas las “joyitas” de nuestra historia congresal.

No olvidemos que sátrapas como Hugo Chávez interpretan, con estas mismas leyes, que ir contra la revolución bolivariana es obsceno, por ello el broadcaster Zuloaga hoy anda escondido de las boinas rojas venezolanos, solo por nombrar uno, pues bajo ese pretexto hay cientos en la lista refugiados, encarcelados y desaparecidos por el terco y cínico chavismo.

Todos los periodistas y comunicadores debemos cerrar filas ante estos mamotretos, pues no solo hacen perder el tiempo en debates flojos y absurdos, si no lo que es peor, desvían la atención de la opinión pública hasta tal vez confundirlo con la realidad.

Si se llegara a viabilizar, pues en el Perú todo es posible, entonces estaríamos ante una inconstitucionalidad más grande que el monumental de Ate y estaríamos siendo abusados contra el derecho a la libertad de expresión.

No copiemos normas ni experiencias foráneas que solo retrasan al país, si alguien quiere comprar un diario con un poto y un muerto en la carátula es cuestión y deber y derecho del que lo compra, preocupémonos más bien en reforzar el nivel de educación cívica en los colegios, para que nuestros jóvenes empiecen a diferenciar y analizar cuál es bueno y qué es malo, he allí el fondo el asunto.

A ver si algún parlamentario proyecta algún remedo legal que si funcione de afuera, por lo menos, si es que les es mucho pensar en algo original y verídico.

Finalmente sabrá el señor Belmont que la programación de su canal es obscenamente aburrido, bajo la lógica de su proyecto podemos gritarle con justicia: ¡Lo siento mi hermano, a la reja!

Carlos Javier León Ugarte
Periodista

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